Un análisis de Eurovisión 2025: más que decadencia, un cambio de época

La baja en el nivel en las ediciones de los últimos años, quizás en realidad corresponda a un cambio de época, donde la música y el arte en general se distribuyan de una forma diferente, especialmente si consideramos las nuevas formas de consumo centradas en redes sociales y plataformas de streaming.

Si, es mi segunda entrada en menos de una semana hablando del certamen europeo, pero no puedo evitarlo, es uno de los temas que más me apasionan. Para algunos puede ser un simple concurso de canciones, pero -tal como mencioné en mi entrada anterior- personalmente considero que es un fenómeno cultural digno de un análisis más exhaustivo. Más allá de la polémica que aún continúa respecto al televoto, en líneas generales el concurso atraviesa desde hace varios años una baja en su nivel, con canciones que se alejan de la realidad musical actual. 

Lo anterior, tiende a crear un “microcosmos eurovisivo” con canciones pensadas exclusivamente para causar un impacto inmediato. Esta última característica es inherente a cualquier competición de este tipo, pero se ha visto exacerbada en los últimos años por la tendencia a lo “viral”.

Pese a todas esas desventajas, la edición realizada el pasado 17 de mayo en Basilea, fue -en mi opinión- una de las mejores de la década, con un ritmo televisivo ágil y un par de propuestas con gran valor artístico.Uno de esos ejemplos es “Baller”, la canción de Alemania interpretada por el dúo de hermanos austriacos Abor & Tynna, donde utilizan el término “Ballern” (disparar en alemán) para narrar una historia de desamor con versos como: “lo que no me mata, me hace lucir mejor”.

Fuerza que también mostró “Zjerm”, de Shkodra Elektronike, dúo representante de Albania, canción que mezcla sonidos étnicos y electrónicos, en un tema donde una voz intenta mantener la esperanza en medio de un mundo caótico.

Otra propuesta étnica fue “Freedom” de Georgia, interpretada por Mariam Shengelia. Con una mezcla de sonidos tradicionales georgianos y una gran capacidad vocal, la canción es una alegoría al país y la libertad con frases como: “la libertad es un manantial de montaña para compartir”. Lamentablemente, no pudo pasar a la final, pero es un agrado tener esta combinación de estilos en el certamen.

Temática que incluyó reclamos por parte de la televisión turca (TRT), que no participa del certamen, pero que consideraba que el tema hacía alusión al Genocidio Póntico [3], episodio histórico que tuvo lugar en tiempos de la Primera Guerra Mundial y donde parte de la población (de la cual desciende la propia intérprete) fue expulsada o aniquilada por los turcos otomanos.

No obstante, tanto en la semifinal como en la final, la cantante mostró todo su poderío vocal, en un escenario que partió a oscuras y que durante el desarrollo de la actuación comenzó a iluminarse, culminando con la intérprete totalmente vestida de blanco.

Aunque si hablamos de polémicas, la del año (y de otros) fue protagonizada por Israel, que llevó a Yuval Raphael. Sobreviviente de los atentados de Hamas del 7 de octubre de 2023, Yuval interpretó “New day will rise” (en un nuevo día nos levantaremos), un himno escrito por Keren Peles (quien ya ha compuesto otras canciones para el eurofestival) y que habla de levantarse tras el horror.

Más allá de la posición que cada uno tenga respecto al conflicto, en el aspecto estrictamente artístico destaca la combinación de idiomas (Inglés, Francés y Hebreo). La puesta en escena fue otro punto fuerte, con una lámpara gigantesca repleta de cristales donde la intérprete asciende a medida que avanza la canción y que concluye con un final apoteósico. Personalmente me recuerda al barroquismo de las propuestas de Rusia y Bielorrusia antes de su expulsión del certamen.

Intimismo y vanguardia

Aunque si hablamos de melancolía para ello la canción de Lituania con Katarsis, grupo de post-punk y rock alternativo, quienes presentaron “Tavo Akys” (tus ojos) donde expresan el dolor y los anhelos de las generaciones más jóvenes europeas. Su presencia en el certamen refleja que grupos emergentes que se salen de lo «eurovisivo» pueden tener un lugar destacado y derribar prejuicios.

Melancolía que también reflejó magistralmente la anfitriona Zoë con “Voyage”, canción donde nos invita a tener más compasión y humanidad, en medio de un ambiente de negatividad. Con una sola cámara durante los tres minutos de actuación, la puesta en escena fue otro punto fuerte que ayudó a potenciar aún más del aire intimista de la propuesta.

Si pasamos de la tristeza a los viajes sonoros, tenemos al grupo de etno-pop Tautumeitas de Letonia, país que apuesta por su idioma con la propuesta “Bur Man Laimi” que combina potentes armonías vocales con sonidos electrónicos que transportan a un ambiente mágico y ancestral.

La pieza cuenta con frases como “conjuros, conjuros, conjuros, no pueden acabar conmigo”, “no sabía de mi felicidad, hasta que conocí mi tristeza”. Una serie de mantras repetidos múltiples veces, que sumado a un vestuario y escenografía vanguardistas crean uno de los momentos icónicos de la edición.

Autenticidad por sobre el artificio

Otro de los elementos presentes en esta edición fue la autencidad con Portugal como abanderada principal. En esta ocasión fueron representados por el grupo de indie pop Napa, quienes con el tema “Deslocado” (desplazados) narran la historia del vocalista de la banda, João Guilherme Gomes, quien tuvo que abandonar su isla natal de Madeira para empezar una nueva vida en el continente, todo un homenaje a quienes deben abandonar su tierra para buscar mejores oportunidades en la metrópoli. 

Otro país que es garantía segura de calidad en Eurovisión es Italia, que desde su retorno en 2011 -salvo algunas excepciones- no se ha bajado de los primeros puestos. En 2025 fueron representados por Lucio Corsi el subcampeón del Festival de Sanremo (otra fuente de buen gusto musical), quien interpretó “Volevo essere un duro”, donde critica la imposición que -a juicio del intérprete- impone la sociedad por lograr la perfección y ser “un tipo rudo”.

Ante todo, el impacto

Aunque también está la categoría de canciones “pegajosas”, como el Espresso Macchiato del rapero Tommy Cash por Estonia, que en un italiano mal pronunciado hace una parodia de la violenta sociedad actual, donde uno de nuestros únicos consuelos es tener nuestro café de la mañana.

La composición no estuvo exenta de polémicas, ya que parte de la sociedad italiana consideró la letra como ofensiva y que refuerza estereotipos negativos del país. Aunque su mayor logro fue en las semanas posteriores, donde ha alcanzado los primeros puestos en los rankings de Spotify en países como Suecia, Finlandia, Austria, Suiza, Países Bajos y Alemania.

Otra propuesta de impacto, tanto por la canción en sí como su puesta en escena, es Polonia, que después de 30 años vuelve a apostar por Justyna Steczkowska, quien es una super estrella en su país y una de las pocas que abarca tesituras de cuatro octavas, es decir, puede alcanzar a la vez notas agudas y graves.

Su canción “Gaja” es una alusión a la diosa griega de la tierra Gaia y un canto a la creación, con frases como: “Mi nombre es Gaia, soy un dios, soy fuerza, mi madre es el amor. Cuando lloro, el mundo se ahoga en mis lágrimas”. Letra que se refuerza con una puesta en escena donde en tres minutos pasa de colgar sobre el escenario a realizar complejas coreografías.

Aunque si hablamos de una canción que se pega es “Survivor” del armenio Parg. Con composición sueca, pero instrumentos que aluden al país caucásico junto a una frase en armenio. No es la quintaescencia del pop, pero es una de las que más tararea diariamente quien escribe este blog.

No obstante, la baja en el nivel que mencioné anteriormente puede que en realidad corresponda a un cambio de época, donde la música y el arte en general se distribuyan de una forma diferente, especialmente si consideramos las nuevas formas de consumo centradas en redes sociales y plataformas de streaming.

Por: Maximiliano Ortiz/Periodista.

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